La incierta primavera nos llevó a retrasar hasta el 16 de junio la excursión a las Bardenas Reales. Con una convocatoria abierta y tres bajas inopinadas reunimos finalmente a 26 excursionistas dispuestos a fatigar las pistas y los cabezos navarros.
En el centro de interpretación de las Bardenas se incorporaron al grupo los ejeanos Laura y José Luis, auténticos animadores del evento. La ruta trazada la fuimos haciendo cómodamente en autobús, por una pista de buen firme que permitía con un poco de paciencia el cruce de vehículos.
El recorrido nos mostró la mezcolanza más curiosa: runners, instalaciones militares, ciclistas, moteros, un polígono de tiro, cabezos erosionados…
Y también ovejas: tras un cambio de rasante y un frenazo de autobús, un rebaño de ovejas cruzó la pista vigilado por un pastor y sus tres perros, ajenos al trasiego de turistas que invadíamos su territorio.
No nos pudimos acercar esta vez a la zona de nidificación de buitres y alimoches, pero las cinco paradas que hicimos en la ruta nos permitieron acopiar un buen número de fotografías desafiando la dureza de la luz, solo mitigada por unas pictóricas nubes que rompían la uniformidad del cielo.
Tras la comida en el restaurante Ribotas de Tudela acudimos a la Torre Monreal, la cámara oscura más próxima a Zaragoza.
¿Cómo es posible que no la hayamos visitado antes ? La valoración ha sido unánime: ¡ qué calidad y qué experiencia tan bella !
Las vistas se proyectan en una superficie circular, blanca y cóncava, de casi dos metros de diámetro. El mecanismo gira 360 grados y no llega a ser estenopeico porque se sirve de dos lentes para mejorar la calidad de la imagen, que se enfoca manualmente subiendo y bajando la semiesfera que la recibe.
Vimos en la cámara todos los conventos, todas las iglesias, el tiempo pasado y el presente, los jesuitas expulsos y la Compañía restaurada y un ave sobrevolando la imagen.
Un Aleph navarro y desconocido por el módico precio de dos euros.
Tenemos que volver.
Emilio Molins